Tengo el silecio bethoveniano aguardando en cada rincón de mis
átomos; se me ''enconjen'', no por el pensamiento mío, sino por la sensación de sentir , por la sonrisa de plenitud ante un mundo completamente externo, diferente y ajeno al propio y por segundos incorporado a mí, como los
momentos de tierna compasión en que los infiernos dejan de ser los otros y
es el tuyo propio el que se ve apagado por el agua serena de toda la lluvia del Universo.